Redes sociales y jóvenes: ¿riesgo u oportunidad?

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Redes sociales y jóvenes: ¿riesgo u oportunidad?

Redes sociales y jóvenes: ¿riesgo u oportunidad?

Aitor Zuberogoitia eta Beñat Flores

Docentes e Investigadores en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación


13·10·2021

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Artículo de opinión publicado en El Correo


Nunca antes en la era moderna ha estado tan cuestionado nuestro modelo de desarrollo. La pandemia ha dejado al descubierto sus pies de barro, socavando certezas y haciendo saltar las costuras de nuestro tiempo. No es un debate nuevo: el pasado junio se cumplieron 30 años de la Cumbre de Río, en la que se acordó la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC). Desde entonces, hemos sido testigos de una sucesión de diferentes COP que han seguido a aquella cumbre, empezando por la COP1 de Berlín en 1995, pasando por la COP3 (de donde surgió el Protocolo de Kioto) y la COP21 (que puso en marcha el Acuerdo de París) hasta llegar a la COP26 de Glasgow del pasado otoño, que no satisfizo a casi nadie y contribuyó a propagar aún más la sensación de que se nos acaba el tiempo. 

Mientras, se perciben tímidos movimientos que tratan de frenar la inercia de los acontecimientos: la Comisión Europea aprobó en diciembre de 2019 el Pacto Verde Europeo, aplaudido por la banca, la construcción y las empresas de energía y tachado de insuficiente por grupos ecologistas. Le siguió la presentación hace ya un año de la iniciativa New European Bauhaus que pretende encarnar el Green Deal europeo, una iniciativa que nos habla de ciudades más sostenibles e inclusivas, de articulación de lo local y lo global, transdisciplinariedad, participación, impulso de transformaciones interconectadas, cambio de mentalidades y perspectivas y una imperiosa necesidad de crear nuevos significados.

La iniciativa ha generado reacciones de todo tipo y no faltan quienes la consideran una estrategia más de greenwashing, es decir, de lavado de cara verde, En cualquier caso, lo interesante del tema es que queda claro que urge diseñar nuevos modos de funcionar, de articularnos como sociedad. Uno de los aspectos clave de este debate se centra en el papel de la automatización, el futuro del trabajo y el rol de las personas en ese escenario: el mundo del trabajo sufrirá cambios disruptivos, provocados principalmente por la digitalización y la transición verde, y el impacto combinado de estos retos requerirá transformaciones fundamentales para adaptar los sistemas de trabajo, innovación, aprendizaje y protección social al nuevo contexto.

Una publicación del Instituto de Estudios Cooperativos LANKI de Mondragon Unibertsitatea constataba hace algo más de un año que los productos y servicios sostenibles, la digitalización y la movilidad cobrarán un peso especial en el futuro de la industria del territorio y subrayaba también el valor de los intangibles (la forma en la que se organiza cada empresa y la relación con su entorno) como uno de los ámbitos de mejora más evidentes.

Marc Vidal, por su parte, habla de una inminente quinta revolución industrial, de fábricas conectadas en las que “la máquina ya piensa en términos logísticos y de eficiencia” y casi “no es necesaria ninguna aportación humana en ese sentido”. Vidal apunta no obstante a un aspecto estratégico en el que nuestros hijos e hijas no podrán ser superados: su humanidad, de la que resalta la dimensión emocional, la creativa, la relacional y el potencial de “estructurarnos socialmente de un modo que estimule el conocimiento puramente humano”.

No hace mucho tiempo que nos referíamos a los cambios que traía consigo la industria 4.0 y estamos ya en la era 5.0, que va a provocar una sacudida similar a la provocada por las máquinas de vapor en el siglo XVIII. Serán tiempos marcados por la interconexión total propiciada por el Internet de las Cosas (IoT) y la robótica: cada vez más, la vida se concentrará en las ciudades (por lo que, como apunta la ya citada New European Bauhaus, el diseño social para entornos urbanos se antoja prioritario) y los procesos productivos se acelerarán debido a la interacción de personas y cobots, lo que hará que los procesos de facturación se personalicen (a diferencia de lo que ocurría en la era de la producción en serie).

Ese futuro en ciernes, sin embargo, no contará con una base sólida si, por un lado, no tomamos en consideración los límites cada vez más visibles del planeta y pensamos en clave de sostenibilidad y, por otro, si no abordamos con acierto la convivencia y la dialéctica entre lo local y lo global en ese mundo interconectado.
Se suele decir que el trabajo repetitivo y automático es un factor alienante; en este complejo escenario, podremos confiar cada vez más este tipo de tareas a la inteligencia artificial y cotizará al alza eso que Vidal denomina “la ineludible necesidad de lo humano”, es decir, nuestra dimensión emocional y creativa, nuestra capacidad para establecer vínculos, formar redes, liderar grupos y diseñar estrategias, más necesarias que nunca en estos tiempos de incertidumbre. Toca, por lo tanto, nutrir como es debido y fortalecer ese factor irreemplazable, partiendo desde el autoconocimiento e integrando tanto la dimensión global como la digital en el centro de nuestros planes de estudios.